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La amibiasis intestinal es una infección producida por una especie patógena conocida como Entamoeba histolytica.
Este patógeno, parásita al hombre por medio de quistes, los cuales penetran en el intestino e invaden las glándulas de la pared intestinal para alimentarse de sangre y tejidos. Se reproducen en abundancia y provocan la formación de abscesos que, al romperse, descargan mucus y sangre en el propio intestino. Esto provoca la licuación de las heces y genera diarrea que puede ser sanguinolenta o mucoide. Puede haber diseminación por la corriente sanguínea y aparecer abscesos en el hígado o, con menor frecuencia, en los pulmones o el cerebro.
Los síntomas más frecuentes de esta patología son: diarrea mucosa y sanguinolenta (disentería amibiana), fiebre, escalofríos, estreñimiento de carácter intermitente, flatulencia, dolor de cabeza, dolor abdominal de tipo espasmódico y fatiga.
No hay duda de que la amebiasis es la parasitosis intestinal más extendida en el mundo, ya que afecta a no menos de 500 millones de personas, pero esta distribución no es de forma equitativa. En los países tropicales, por una serie de factores ligados sobre todo a la higiene ambiental, son mayores los porcentajes de los sujetos parasitados que presentan signos de la enfermedad, mientras que en Europa los porcentajes se reducen. El resto de los sujetos llamados portadores sanos de quistes, representan en cualquier caso el auténtico “reservorio” de la infección.
La transmisión, de tipo orofecal, se produce generalmente por ingestión de agua, fruta o verdura contaminadas con los quistes presentes en las heces de los portadores (el ser humano, mono y perros) y con una frecuencia mucho menor, por contagio interhumano directo.
Por lo que respecta a la transmisión, resulta determinante el papel que desempeñan los factores ligados a las carencias higiénicas sanitarias propias de los países en vías de desarrollo. Por otro lado, el clima cálido y húmedo de los trópicos, al favorecer la supervivencia de los quistes, incrementa considerablemente su difusión.
Por lo que respecta a la transmisión, resulta determinante el papel que desempeñan los factores ligados a las carencias higiénicas sanitarias propias de los países en vías de desarrollo. Por otro lado, el clima cálido y húmedo de los trópicos, al favorecer la supervivencia de los quistes, incrementa considerablemente su difusión.
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